En la historia reciente de El Espinal (Tolima), pocos nombres resuenan con tanta fuerza y respeto como el de Mauricio Ortiz Monroy. Político espinaluno, formado desde las bases del servicio público —concejal, diputado, presidente de la Asamblea Departamental del Tolima— y dos veces alcalde del municipio (2008–2011 y 2016–2019), Ortiz Monroy logró consolidarse como una figura cercana al pueblo y con una visión clara de transformación. Su legado es tangible, y no solo por las obras que dejó, sino por la manera en que gobernó: escuchando, incluyendo y priorizando el bienestar colectivo.
Una visión de transformación con resultados
Bajo el lema “Un Gobierno para el Pueblo”, Ortiz Monroy lideró una administración que entendió que gobernar no es solo administrar recursos, sino transformar vidas. Y eso lo logró con una mirada integral que abarcó infraestructura, educación, salud, seguridad, desarrollo rural y participación ciudadana.
Uno de los pilares de su gobierno fue la infraestructura social, tanto urbana como rural. En su segundo mandato, por ejemplo, lideró la remodelación del parque principal de Chicoral, que llevaba 28 años sin una intervención significativa. También entregó el moderno Parque La Ceiba y recuperó puntos críticos del municipio como los semáforos vandalizados, incluyendo el de la calle 13 con carrera 4ª, restableciendo así la seguridad vial.
En la zona rural, su gestión fue aún más estratégica. Invirtió más de $660 millones para llevar gas domiciliario al corregimiento de Paso Ancho, beneficiando directamente a 212 familias y sumando así cinco veredas conectadas a este servicio. Estas obras mejoraron no solo la calidad de vida, sino también la productividad en el campo.
Educación digna para un futuro digno
Ortiz Monroy sabía que un municipio progresa cuando invierte en educación. Durante su mandato, dotó instituciones educativas con más de 500 pupitres, 100 pizarras acrílicas, 200 sillas, 70 tabletas y 20 mesas. Modernizó comedores escolares, construyó pozos sépticos y redes de alcantarillado en zonas rurales, y realizó mantenimientos estructurales en colegios de barrios y corregimientos. Estas intervenciones no fueron simples arreglos, fueron una apuesta por entornos dignos y seguros para estudiantes y docentes.
Salud al alcance de todos
En salud, su enfoque fue preventivo y descentralizado. Promovió campañas de vacunación, entregó equipos médicos a centros de atención primaria, y lideró la creación del consultorio rosado para detección temprana de cáncer de mamaen el Hospital San Rafael. En eventos y encuentros comunitarios, Ortiz Monroy insistía en que la salud debía dejar de ser un privilegio para convertirse en un derecho garantizado en todas las comunas y veredas.
Seguridad desde la comunidad
La seguridad fue otra de sus banderas. Ortiz Monroy no enfrentó el crimen desde el escritorio: presidió consejos de seguridad con Policía, Ejército y CTI, articulando respuestas concretas ante los picos de inseguridad. Su gestión permitió el despliegue de unidades de reacción rápida, el aumento del pie de fuerza policial y la instalación de 21 alarmas comunitarias en barrios como El Recreo, dando respuesta real a la preocupación ciudadana.
Campo con inversión, no con discursos
A diferencia de muchos mandatarios que ignoran lo rural, Ortiz Monroy invirtió recursos, tiempo y voluntad política en las veredas espinalunas. No solo llevó gas y servicios básicos, sino que fortaleció las vías terciarias, impulsó eventos productivos (como ferias agrícolas centradas en el arroz y el café) y fomentó la comercialización local. De esta forma, su administración contribuyó al crecimiento del agro, el turismo y la economía campesina.
Participación ciudadana: la clave del éxito
Uno de los aspectos más valorados de su administración fue la participación comunitaria real. No se trató de promesas vacías ni de reuniones protocolarias. Ortiz Monroy creó espacios permanentes para la consulta con las comunidades, como los presupuestos participativos y las asambleas de vecinos, en los que la ciudadanía podía incidir en la planeación de obras. Este modelo fue tan exitoso que El Espinal fue reconocido a nivel nacional por su estrategia de participación.
Reconocimiento y gratitud ciudadana
Los medios locales, los líderes comunitarios y, sobre todo, los habitantes de El Espinal, han coincidido en calificar a Mauricio Ortiz Monroy como uno de los mejores alcaldes del municipio. No por populismo, sino por resultados. La remodelación del parque de Chicoral, la dotación escolar, las alarmas comunitarias, el consultorio rosado, la expansión del gas, son solo algunos ejemplos del impacto positivo de su administración.
En redes sociales, en medios comunitarios y en conversaciones de barrio, es común escuchar agradecimientos por las obras de Ortiz, que no solo cambiaron el paisaje urbano, sino también la cotidianidad de miles de familias espinalunas.
Un legado que aún inspira
En tiempos donde la política suele asociarse con el olvido, la improvisación o la corrupción, la gestión de Mauricio Ortiz Monroy sigue siendo una referencia de buena administración local. Gobernó con visión, ejecutó con responsabilidad y priorizó siempre a su gente.
Por eso, más allá del cargo, su nombre quedó inscrito en la historia de El Espinal como un líder que sí cumplió. Como un alcalde que supo traducir las necesidades del pueblo en soluciones concretas. Y como un espinaluno que no solo habló de amor por su tierra, sino que lo demostró con hechos.
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