En las calles de Manizales, donde las historias de lucha se venden a sorbos y cucharadas de fruta, Camilo Cifuentes volvió a hacer de lo cotidiano un milagro. Esta vez, el protagonista de su video no fue un vendedor anónimo más, sino una pareja de esposos de la tercera edad que sobrevive con lo que recogen vendiendo salpicones.
Camilo, fiel a su estilo —ese que ya conocen millones de personas en redes sociales— se acercó, los saludó con su clásico “mi niño” y les dijo que quería comprarles 40 salpicones, sin titubear. El gesto, que para muchos podría ser simplemente una buena acción, se transformó en una escena cargada de humanidad cuando el vendedor escuchó el valor total:
“40 por 3.500 serían 1.699.000”, dijo Camilo. El señor, con voz entrecortada, apenas alcanzó a responder: “A usted nos va a poner a pasear, a conocer el mar”, mientras su mirada se humedecía de incredulidad y gratitud.
El video, que en menos de un día ya suma millones de reproducciones, no solo conmovió a los internautas, sino que captó la atención de una de las principales aerolíneas del país. JetSMART Colombia (@jetsmart_colombia) no tardó en reaccionar:
“Que no se gasten la platica en tiquetes, que nosotros los llevamos a conocer el mar. Hablemos, Cami”. El gesto fue aplaudido por miles de usuarios que, además de agradecerle a Camilo por visibilizar la historia, se han unido a una especie de “movimiento espontáneo” para apoyar a la pareja. Muchos ofrecen hospedaje, alimentación, ropa y hasta paseos guiados para que su primer encuentro con el mar sea tan inolvidable como merecido.
Camilo Cifuentes, quien ha insistido en mantener su rostro en el anonimato, se ha convertido en el reflejo de una nueva generación de creadores de contenido: los que no buscan la fama sino el bien. Su estilo, alejado del show y más cercano al corazón, sigue transformando vidas, un salpicón, una flor o una fresa a la vez.
Hoy, estos abuelitos tienen algo más que ingresos para el día: tienen una esperanza, un motivo para soñar, un boleto simbólico hacia el mar que nunca han visto pero que siempre imaginaron. En medio de su rutina diaria, donde cada salpicón representa el sustento del día, apareció alguien que no solo les compró su producto, sino que también les compró un momento de ilusión, de dignidad, de reconocimiento.
Y todo empezó con una cámara, una sonrisa, y un muchacho que no tiene afán. Un joven que ha hecho de la bondad un acto viral, y de la empatía, una herramienta de transformación social. Camilo Cifuentes no solo documenta actos de generosidad: los provoca, los contagia, y nos recuerda que ayudar no cuesta tanto cuando se hace de corazón.
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