Esta historia duele. Duele como madre, como hija, como sociedad. Una joven de 17 años fue asesinada por su novio en Soledad, Atlántico. Su madre le decía, una y otra vez: “Hija, ese muchacho anda en malos pasos, aléjate de él”. Pero ella, como muchas adolescentes, eligió el camino de la rebeldía, del amor que ciega, de la calle que seduce y a veces no devuelve.
Durante dos días, su familia no supo nada. La buscaron, preguntaron, se angustiaron. Hasta que apareció la peor noticia: en medio de una fiesta que llevaba días, su novio, cegado por los celos y por su propia violencia, le disparó. Varias veces. Sin compasión. La dejó ahí, en un apartamento cualquiera, sin futuro, sin más cumpleaños.
Hoy él está huyendo y la justicia lo busca. Pero la pregunta que nos queda en el alma es otra: ¿cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué nos está pasando como sociedad? ¿Por qué normalizamos relaciones basadas en el control, el machismo, el miedo?
Esta no es solo una historia de feminicidio, es también una historia de advertencia. Porque cuántas veces nuestras madres nos han dicho cosas que no queremos oír. Porque el amor —ese que creemos amor— no debería doler, ni asfixiar, ni matar.
Escuchemos. A nuestras madres. A nuestras amigas. A nuestra voz interior.
Y como sociedad, hagamos más: eduquemos con amor, enseñemos a identificar la violencia desde el primer grito, desde el primer control. No esperemos a que sea tarde, no dejemos que otra Luisa Fernanda se nos vaya sin entender lo que es el amor de verdad.
Porque el verdadero amor no hiere. El verdadero amor no mata.
#NiUnaMenos #JusticiaParaLuisaFernanda #EscuchaElConsejo #NoEsAmorEsViolencia
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